Carmen Conde: Cartas a Katherine Mansfield

Carmen Conde: Cartas a Katherine Mansfield

31-01-2019

Confidencias a mi callada amiga

El pasado lunes se cumplieron cuarenta años de la lectura del discurso de entrada de Carmen Conde en la Real Academia Española. Fue la primera mujer académica de número, ocupando el sillón K: la institución, antes, había rechazado a María Moliner, Gertrudis Gómez de Avellaneda, Concepción Arenal, Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán.

Carmen Conde (Cartagena, 1907 - Madrid, 1996) fue una de las poetas más destacadas de la Generación del 27. Desde que a los 22 años publicara Brocal, escribió más de cincuenta poemarios, colaboró en prensa desde muy joven y produjo una abundante obra literaria —cuentos, novelas, ensayos, teatro para niños y para adultos—. Su trayectoria se vio reconocida con  el Premio Nacional de Poesía en 1967 y el de Literatura Infantil y Juvenil en 1987.

Mientras estudiaba Magisterio conoció al poeta Antonio Oliver Belmás, con quien se casó. Juntos fundaron la Universidad Popular de Cartagena amparados por las misiones pedagógicas, mientras ella trabaja de maestra en una escuela infantil.  Pero Carmen quería ser parte de la vida literaria y mientras Oliver se quedaba en Cartagena, ella viajaba a Madrid y llevaba una vida interesante entre intelectuales, se alojaba en la Residencia de Señoritas y  se encontraba en el Lyceum con Ernestina de Champourcín, Concha Méndez o Juan Ramón Jiménez. Finalmente, en 1933 la pareja se traslada a la capital y Carmen empieza a trabajar como inspectora en el Orfanato Nacional de El Pardo. En ese tiempo escribe Júbilos –que se publicaría en 1934 prologado por Gabriela Mistral e ilustrado por Norah Borges–, un poemario con un tono feliz por su futura maternidad, pero su hija nació muerta y ese dolor marcará su obra posterior.

Como tantas otras cosas, esa vida de ideas y libertad, de tertulias literarias y encuentros intelectuales acabó con la Guerra Civil. El matrimonio defiende al gobierno de la República y al terminar la guerra, Oliver, que había  luchado en el bando republicano, tiene que refugiarse en casa de su hermana en Cartagena mientras Carmen publicaba bajo el seudónimo de Florencia del Mar y se escondía en Madrid: primero en el domicilio familiar de Amanda Junquera, con quien mantuvo una relación íntima, y después con ella en El Escorial y en Velintonia 3, alquilada en la planta superior de la casa de Vicente Aleixandre. Como Elena Fortún y tantas otras autoras de la época, Conde vivió su sexualidad en conflicto toda su vida y eso influyó notablemente en su obra; en muchos de sus poemas de amor y erotismo se percibe una ambigüedad intencionada para que el lector no sepa si quien habla es un hombre o una mujer.

En 1941 el matrimonio se reencuentra en Madrid. Habían decidido no marcharse de España y vivieron un doloroso exilio interior. Carmen Conde mantuvo una intensa correspondencia con muchas de las intelectuales exiliadas que ahora constituye un valioso testimonio de esos duros años.  En los años cincuenta, Oliver y Conde gestionaron el legado de Rubén Darío, lo que hará que la pareja viaje por  España y Latinoamérica difundiendo su obra mientras Carmen sigue escribiendo, antologando, publicando.

La Bella Varsovia, el sello de la poeta cordobesa Elena Medel, publica las Cartas a Katherine Mansfield, en edición de Fran Garcerá. Estas cartas fueron publicadas en el diario El Sol entre septiembre y noviembre de 1935, y recopiladas y ampliadas en 1948 con otra carta inédita más «en un tomito de gran formato que hizo la revista literaria Doncel, de Zaragoza, cuando la pilotaba un poeta de gran sensibilidad: Ángel Rodríguez-Segurado» con una edición de 200 ejemplares. Estas cartas —que aquí están acompañadas por una última misiva publicada en 1952 en la revista Feria, un artículo sobre los diarios y un anexo fotográfico—, tienen mucho de diario, de confesión: Carmen Conde escribe a Mansfield —que no leería nunca estas cartas porque había muerto años antes— para contarse a sí misma, para mirarse en ellas y entenderse. Porque «un diario, mejor que una novela, sí que es un espejo llevado a lo largo del camino» y en ese espejo, Carmen Conde se miró y se nos muestra.

 

Este artículo apareció publicado el jueves 31 de enero de 2019 en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.

 

CARTAS A KATHERINE MANSFIELD
Carmen Conde
Ed. La Bella Varsovia

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