Una escritora en camisón

Una escritora en camisón

01-10-2015
Cuando Penelope Fitzgerald (Lincoln, 1916 - 2000) ganó el Man Booker Prize a sus sesenta y tres años con su novela A la deriva, la sorpresa fue tan grande que hasta los periodistas confesaron haber dejado escritos sus artículos elogiando al favorito, Naipaul, antes de conocerse el fallo del jurado. Tal vez por su edad, o porque se presentó a recoger el premio vestida con una especie de camisón de guata floreado, nadie la tomó en serio. Los críticos la menospreciaron y cuestionaron la decisión del jurado. El crítico de la BBC habló en su programa del gran error cometido.
 
Ella misma decía que creció «inmersa en tinta». Su padre fue editor de la revista satírica Punch; su madre, una de las primeras mujeres admitidas en Oxford. Su tío fue uno de los criptógrafos que descifraron junto a Turing el código Enigma durante la II Guerra Mundial. Otro de sus tíos fue un reputado teólogo que hizo una nueva traducción del Nuevo Testamento y que escribía novelas de detectives.
 
Estudió en Oxford en un tiempo en el que sólo asistía a la universidad una mujer por cada seis hombres. Fue compañera de clase de JRR Tolkien y C.S. Lewis. Dirigió una revista literaria junto a su marido, World review, donde publicaron Alberto Moravia, Norman Mailer o J.D. Salinger. En los años 50, la revista quebró. Su marido perdió su trabajo y tuvo que sacar adelante sola a sus tres hijos. No podían pagar la casa donde vivían y se mudaron a un barco en el Támesis sin calefacción ni agua corriente. La familia sólo podía utilizar el retrete cuando subía la marea y el agua podía llevarse los residuos. El barco se hundió y la familia vivió en la indigencia hasta que Penelope encontró en la chaqueta de su marido una carta sin abrir, fechada meses atrás, con la concesión de una vivienda social. Para dar de comer a sus hijos recurría a la picaresca: entraban a un restaurante y se comían el pan mientras fingían estudiar la carta. Entonces decían que no les gustaba el menú y se marchaban.
 
Penelope Fitzgerald mantuvo esa austeridad durante toda su vida. Se teñía el pelo ella misma, en casa, con bolsas de té. No utilizaba bolso, sino que metía sus cosas en bolsas de plástico. Se hacía la ropa con tela sobrante de las cortinas. Una vez fue a visitar al escritor Anthony Powell de tal guisa que el taxista la confundió con una sirvienta y la llevó por la puerta de servicio.
 
Siempre fue una escritora discreta que pasó sin hacer ruido, sin querer molestar a nadie. Publicó su primer libro a los cincuenta y ocho años. Esperó a enviudar para publicar su primera novela. Escribió varias novelas muy personales: narró su trabajo como librera en La librería; su vida en el barco en A la deriva; su trabajo en la BBC en Human Voices y su experiencia como profesora en una escuela de teatro en At Freddie's.  Sin embargo fueron las novelas que escribió después, alejadas de su propia vida, las que consiguieron su reconocimiento: Inocencia, El principio de la primavera, La puerta de los ángeles y La flor azul (todas ellas publicadas en Impedimenta). Con esta última, Penelope Fitzgerald logró el Premio de la Asociación de Críticos Norteamericanos a sus ochenta años.
 
Impedimenta acaba de publicar La puerta de los ángeles (traducción de Jon Bilbao; 240 páginas), una novela ambientada en Cambridge en la que las vidas de un profesor y una enfermera se cruzan gracias a un curioso accidente de bicicleta. Una buena ocasión de leer a esta autora, tardía y un poco estrafalaria, a la que Julian Barnes considera «la mejor novelista inglesa de su época».
 
 

Este artículo apareció publicado el jueves 1 de octubre de 2015 en una versión reducida en «Artes & Letras», suplemento cultural de Heraldo de Aragón. Aquí podéis descargar el artículo en PDF.

¿Quieres estar informado sobre los autores que visitarán la librería próximamente? Echa un vistazo a nuestra agenda para saber los libros que presentaremos.

 
Compartir artículo